Pour
la Comtesse nue du miroir, très reconnaissant
Cuatro veces deseada, cuatro veces espiada,
cuatro veces besada acariciada manoseada lamida, cuatro veces me permites
asomarme al paraíso. Primero veo (quemándome en una lujuria desesperada) la
mullida comba de tu pubis con sus ralos pelitos, los amplios muslos uno sobre
el otro, apretados o quizá (imagino) restregándose en una sutil masturbación, y
he ahí la mácula mariposa corazón en su vuelo incitador en primer plano sobre
la lisura de tu piel ansiada. Después contemplo (extasiado sobando mi
entrepiernas) tu cuerpo entero desnudo frente al espejo cómplice y goloso, allá
lejos, fuera del alcance de la mano que soba manosea acaricia, inalcanzable e
intocable, solo expuesta a los ojos lujuriosos de este fauno vicioso que tu
sabías cuando te reflejabas desvergonzada, de lado, casi en escorzo, que te
miraría así como nunca antes te vio, aumentada y en detalle hasta el hartazgo
gozador, el destello oculta tu rostro para que el espejo no te delate en tu
excitante seducción cumpliendo el gozo máximo de mi voyerismo casero: verte así
desnuda paseando por tu íntimo ámbito hogareño haciendo como que no sabes que
te observan todos mis ojos pervertidos mano en verga masturbando. Luego miro
(abrumado por onanistas deseos) la mórbida consistencia de tus muslos hasta el
horizonte de tus pies y en primer plano la rala mata de tus vellos púbicos, y
me desbarranco entre tus piernas en ese voluptuoso abismo horizontal hasta
donde me alcanza la vista como un lascivo suicida. Y observo por último ya
cercano al éxtasis (mano en falo pecando) tus muslos con las piernas cruzadas,
como siempre, negando instintiva la sexual posibilidad de la fálica penetración.
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