Pour la
Comtesse dans sa luxure lointaine
Rojos sedosos escurridos hacia arriba por
tus muslos, tú insinuante en tu sexual desparpajo, apenas vestida desvestida por
los perlados matices del rubí o los intensos geranios, chapoteando en el
deleite de tu exhibicionismo que va brotando imagen a imagen de tu alma
contenida y censurada de hembra solitaria, sofocada por las brasas ardientes
que ocultas bajo las cenizas vivas de tu sexo palpitante aun, tú ahí en tu alto
y secreto jardín de fantasías, de pequeñísimas perversiones, descubriendo en la
sensual ostentación de tu desnudez a los mis ojos voyeristas onanistas ese
morboso placer de sentirte deseada y a la vez intocable. La suave textura del
satén y el sangriento brillo refulgente de la camisola y tus piernas cruzadas de
virgen temerosa, definen ese triángulo deliciosamente piloso del límite de tu
pubis al borde de tu vulva húmeda por el juego genital. Sabes al iniciar el
pecado que esa tetrasecuencia de imagos excitantes que va discurriendo
descorriendo con insoportable delicadeza visual y me muestra las dos manchitas
mas notorias, una cercana a la rodilla izquierda y la otra sobre el centro del
muslo derecho, y la rala mata olorosa que detenta tu sexo, me llevarán
incontrolable a masajear mi falo y quizá a más, y eso te estimula a estremecerte
y quizá a más. Imaginas que la tela satinada en su tornasol rozando tu piel y dejando
expuesto con incitante descaro ese oscuro triángulo de pelitos púbicos como
punta de flecha que hiere y desangra la lujuria de mis deseos, es mis manos
dedos labios lengua que buscan entre esas ralas algas sexuales el oleaje de tu
orgasmo. Como la cruel maldición de un Eros envidioso, la nitidez de la última
imagen con la oscura champa de pelitos como nunca la vi, es la más nítida y
perfecta imagen que mis lujuriosos deseos imaginaron solo en esos sueños que
como un púber vicioso me dejan a punto de la nocturna polución.
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