domingo, 3 de enero de 2016

STAALD… TDMDLQP… BPTL… TDPL… CTTLL


Me sonrojo y te cohíbes entre decodificaciones de siglas incandescentes, bajo la tentación de la rosa incitante, trabados como amantes desesperados en el juego de mayúsculas que dicen lo que no nos atrevemos a decir con las palabras enteras susurradas en tiernas minúsculas. Ambos ahí, al borde del abismo de las pasiones desatadas, de la carnalidad palpitante que fluye por los cuerpos en el caudal de la imaginación sin censuras, libre al vuelo de sus ansias, abierta a los designios de la lujuria que rige los deseos. Como niños riendo en el juego inocente de cómplices iniciales encubridoras, sabiendo que encendemos un fuego del que después no podremos escapar, sabiendo que somos leña seca a punto de inflamarse, (por eso hay una fecha titilando en los tiempos para no arder ahora y ser llama, brasas, hoguera, sin posible consumación), y nos escondemos en las cenizas tibias de un ayer en el que acaricié tu piel sin tocarte, y besé tu boca sin rozar tus labios en los brumosos nocturnos de los parques invernales con sus estatuas congeladas. Sin intención los lúdicos glifos reviven los placeres cometidos en los antiguos escondrijos del goce, por las voces alguna vez, por las escasas imágenes que rompieron la distancia y convergieron en el estremecimiento, en la excitación, en el pecado inevitable. Y soñamos la caricia, los lamidos y los mordiscos, la cópula y los laxos cuerpos saciados escondidos de la madrugada para alargar la noche más allá de lo razonable, mientras sobre la mesita los cafés a medio beber y los cigarrillos convertidos en largas y quebradas cenizas detentan la certeza del tiempo detenido. PBDMD.


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