sábado, 9 de enero de 2016

OLEO DE BARONESA SOBRE GRISES ARENAS


(Con licencia poética pero con el respeto de siempre)

El calor de las ardientes arenas grises sube por sus pies desnudos, sus piernas, sus mulos, abrasan su pubis y sube por su vientre, inundan de fuego su ombligo y sube abarcando sus pechos hasta incendiar sus pezones y sube por la palidez de su cuello y sube para ruborizar sus mejillas de sonriente y elegante dama con la blanca sombrilla en su extensa y soleada playa solitaria. De pie sobre las grises arenas donde se recorta su silueta de sirena o nereida, su cuerpo maduro vestido de rosado en sus muslos incitantes, de negro y rojo en una trabazón caótica que delinea la mórbida tentación de sus caderas, y la punzante voluptuosidad de sus senos. Ella incrustada feliz en las franjas paralelas del gris claro de las arenas bajo sus pies, del gris oscuros de las arenas donde el mar intenta tocarla con su lujuriosa marea, de los matices del azul marino, del las albas olas que la persiguen, del lejano púrpura del farellón costero y del suave celeste cielo allá arriba en lo más alto del paisaje. Y la repite su sombra como una estatua horizontal desnuda ante un horizonte de celeste cielo y azul de mar, y los albos oleajes intentan alcanzar a tocarla, a acariciarla, a poseerla en el ardor de las arenas y en la tibieza de su cuerpo palpitante. Ella radiante y alborozada en su playa donde sueña sus sueños de gaviota en libre vuelo, ella dejándose desear por los sumergidos peces sometidos a su encanto y por los reflejos del sol en las olas que besan la sal de su boca, ella desde siempre deseada y para siempre imposible.


No hay comentarios: