Pour la muse
de la pilosité obscure
No hay senderos que lleven a tus muslos, a
la champa oscura de tus vellos púbicos, al nítido contorno de tus piernas, a la
incitante cercanía de la mariposa corazón, a la sensualidad cohibida de tu piel,
a la humedad contenida en el cuenco de tus deseos, a la Y cerrada que se
pronuncia entre tus piernas, a la comba sugerente de tu pubis, a la olorosa
palpitación de tu vulva. No hay caminos hacia ti que no serpenteen por el
acantilado de tu pudorosa vergüenza, del oleaje de espumas que niega tu plena
desnudez, de la altura donde te escondes en la soledad ardiente que carcome tus
eróticos insomnios, de tus sueños censurados de urgentes cópulas e impúdicas masturbaciones,
de tus sexuales estremecimientos retenidos en las redes del recato, de tu
continua negación a abrir la rosa que palpita en tu turbadora bifurcación. No
hay rutas que acerquen a tus voluptuosas intensidades, a las comarcas donde tu
perfume persiste en la lujuria de las tardes sin lluvias, a los territorios de
tu cuerpo exultante de sirena invertida, al horizonte constante de tus pies
allá lejos, a la íntima selva que escondes apenas en tus deliciosos y obscenos
coqueteos visuales. No hay atajos que den a tu boca ansiosa, a tus labios que
succionan hasta los desatados destellos del goce y su vertiente, a tu lengua
que lame describiendo los breves círculos envolventes de los fálicos placeres, a
tus manos insinuantes que aferran aprietan frotan hasta más allá del momentáneo
celibato y la hedonista continencia. No hay mapas que muestren como cercarte y
poseerte porque has ido borrando obsesionada y sucesiva todas tus huellas.
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