lunes, 25 de enero de 2016

HABITANTE DEL ESPEJO


Para G.

“Ni la sobrante sugerencia ni las mutaciones de las eras, logran escindir el destello del cristal de su procedencia.” Sierpe de Don Luis de Góngora. José Lezama Lima, Junio y 1951.

Cruzan y se desgranan los años en su vorágine inevitable, nos desgastan, nos someten a sus aconteceres y nos van derrotando uno a uno, pero tú persistes inevitable reflejada en el ovalo de ese espejo, donde habitan tus pechos que mis manos acariciaron sedientas esas tardes de íntimas locuras, bajo en negro gris casi transparente, tu vientre y tu pubis que mis dedos recorrieron extraviados en el éxtasis en antiguos atardeceres irrepetibles, bajo en tierno rosado de tu camisola, tu rodilla desnuda que acaricié vehemente en la cómplice y pretérita penumbra, como un sensual llamado a estas tímidas lujurias que me disgregan como un polvo dorado por los resquicios de tu cuerpo negado, ahí moras en tu lecho inexpugnable entre los azules lirios del Van Gogh y el edredón de la miríada de tiernas florcitas. Habita palpitante tu imagen en ese suave difuso que la hace más dulce, más lejana, más imposible, pero igual deseada hasta el tormento, y beso el tibio canalillo como si cayera en el abismo de tu leve perfume que se evapora en la medida que te sueño o deseo u observo en la lisa luna biselada del espejo. Y tus estilizadas manos danzan sobre el artilugio que te reproduce, te fija y te envía a mis ojos en acecho. Permaneces eterna en el azogue desde donde me excitas sutilmente, donde eres la misma en la levedad de tu ser evanescente y sexual, donde brota la urgencia de volver a estar ahí donde mis manos estuvieron, porque te imagino frente al espejo mía absoluta, y porque nunca nos dejaremos de soñar, nunca, y yo te seguiré siempre esperando, siempre.


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