sábado, 9 de enero de 2016

AL CALOR DEL MEDIODIA


- Aun no me visto, estoy desnuda en la cama y con ventilador
- Uf… piluchita?, eres cruel…
- Sí, todo el rato, incluso cuando me llamaste

Ella, la musa desnuda sobre la cama en la altísima soledad de su castillo, el ventilador gira envolviéndola en su fresca brisa que la acaricia impúdica, que se desliza por su piel y las lunares constelaciones de sus muslos, que roza sus vellos púbicos como las yemas de unos dedos lascivos, ella allí desnuda devorada por los deseos del que la imagina aun sin saber de su provocativa desnudez secreta. Ella oye una voz que la persigue en un eterno acecho de tímido seductor distante, que la arrincona en los oscuros rincones de sus instintos, y se resiste, y se rebela, y se deja seducir un poquito, y goza de ser la deseada en el húmedo calor del mediodía, de ser gozada así  desnuda sobre la cama en la altísima e inexpugnable soledad de su calcinante castillo. Él imagina esos muslos imponentes como la entrada al paraíso, los pelitos olorositos a hembra, el ombliguito para meterle la lengüita, el pezoncito dormilón, la piel perlada por el bochorno del calor enclaustrado, la carnalidad impura que florece esplendorosa entre los lirios erectos de la lascivia. Él percibe esa intensa voluptuosidad del pudor extraviado en el calor bochornoso, la piel perlada por el leve sudor, el misterio de la rosa envuelta en su vaho sexual, sus pétalos humedecidos, el oscuro musgo que la esconde, la plena incandescencia del deseo, percibe la maja desnuda esperando imaginando soñando deseando, atada a sus intransables recatos. Ella mira su desnudez impúdica y se excita soñando unas manos que la pervierten, que la manosean chapoteando en el tenue sudor de la canícula. Él delira fantaseando con esa desnudez impúdica y se erecta soñando sus manos pervirtiéndola, manoseándola y chapoteando en esa piel por el tenue sudor que la lubrica.


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