“Me complace y me siento feliz de leer tus
halagos” S. M.
Musa sentada
con almohadón entre las piernas, su rica y ampulosa tetamenta bajo un rojo
feroz, su rubio pelo de miel y trigos cae sobre el negro, sus manos sobre el
leopardo que quizás ha dormido entre sus piernas alguna noche de solitarios
ardores y que ahora oculta su vientre, su pubis, su sexo. Sus piernas desnudas
abiertas con desparpajo, ella sonriendo como si los deseos que alienta fueran
el aire que la envuelve entre susurros, entre quejidos de goces y placeres
sexuales. Musa sentada en su sedoso lecho gozador, allí donde la almohada a
apagados sus gritos o soportado sus blancos dientes mordiéndola. Musa con sus
cabellos salvajes de dulce fiera, con su escote exhibiendo sus pechos mullidos,
su delicioso canalillo por donde mi lengua sueña deslizarse ensalivando esa
piel hasta el orgasmo. {Otrosí}. Otra vez vagan mis eróticos ojos voyeristas por
toda la extensa palidez de tus pechos, se insertan en la fina línea del mullido
canalillo, en tu tibia e imponente blandura monumental, se deslizan así una y
otra vez extasiados por tanta piel deseada expuesta al deseo, recorren esas
tersas comarcas buscando inútilmente tus tiernos y rosados pezones. Se erecta
mi verga ante el sensual espectáculo, se endurece, aflora el rojo y brillante
glande, mi mano aferra el tallo de duro terciopelo y con la vista fija en tu
imponente tetamenta comienzo a masturbarme como si pudiera derramar mi semen
ardiente por ti vertido en todo ese mórbido territorio de tus senos y escribir
letra a letra con mi densa leche fálica estas mismas palabras calientes que te
escribo.
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