viernes, 7 de agosto de 2015

CASANDRA


En los escritos eróticos, como en la polución nocturna, la imaginación gira incesantemente en torno del círculo reducido de lo que el cuerpo puede experimentar. George Steiner

Debes sentir mis deseos apegados a tu piel, mis labios obsesivos en tus pezones mamándolos hasta un inquietante y ambiguo el dolor, mis manos en tus caderas deslizándose por blandas curvas hacia tus nalgas, mis ojos desnudando tu desnudez como un hálito caliente que se entromete en sus axilas o en tus ingles y se queda ahí embriagado por tu más profundos aromas, sentir ni nariz surcando lasciva tu vulva saciada de ese olor de hembra abierta y humedecida, mi lengua ahí mismo después atrapada por el sabor ansioso de tu sexo en una liturgia de lamidos y sorbos y paladeos. Has de percibir el leve toque de mis dedos peinando tus vellos púbicos, apenas tocándolos, el vaho de mi aliento quemando esa breve selva hirsuta, la percepción de la cercanía sexual que invade tu pubis, del frote fálico que pregona la honda penetración que abre dentro de ti el sexual molusco carnívoro y voraz de tu vagina. Sentirás la pasión delirante que te convoca y exige la entrega, la rendición, la sumisión que deshace la voluntad y arrima las brasas que permanecen latentes en lo más oculto de los instintos, en las cavernas elementales donde florecen los lirios de las pequeñas perversiones y las sutiles indecencias. Deberás padecer los urgentes ardores incrustados en las honduras de tu piel, te faltará la mano que masturbe tu clítoris o encope tus senos y entreabrirás tus labios ensalivados con los ojos cerrados para recuperar de tu memoria emocional cierto instante de éxtasis irrepetible, esa noche precisa, aquel lecho caliente y sudoroso, o una tarde extraviada para siempre ya sin fecha y sin rostro.


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