“Mariscos preparados por mí, el caldillo de
congrio a lo Neruda, vino blanco para el pescado, una chimenea, whisky, sabanas
negras de seda, rosas rojas en un
florero blanco, etc.” La Comtesse des hauts désirs
Ambos desnudos,
abrazados, acariciándonos con calma, dueños del tiempo, demorando los goces,
besándonos hambrientos, devoradores, con esa desesperación del deseo que
irrumpe como un torrente, las manos elaborando nuevas e intensas sensaciones,
explorando pliegues, rincones, lugares insospechados, lamidos que estremecen y
encienden, rompen, abren, erectan. A lo lejos el rumor del oleaje del mar
prometido, las gaviotas asomadas al ventanal, mi boca en tu ombligo jugando a
poseerte de una manera distinta, tu mano en mi miembro sobándolo como en un
rito premonitorio, mis labios, mi lengua, en la flor carnal de tu vulva, tus
quejidos al vuelo sobre la sal marina, Mis murmullos sumergidos en tu sexo
bebiendo tu pequeñas lujurias. Tu boca atravesando mi cuerpo con breves besos
ensalivados, tus labios, tu lengua, devorando el tenso terciopelo de mi verga, la
deliciosa succión, lenta, intensa, sibarita, abarcando el placer hasta el
límite. Lo besos con las bocas abiertas, el abrazo que urge en sus vehemencias
la cópula, tus piernas abiertas, receptivas, yo sobre ti con mi falo hurgando, punzo
la mojada entrada a los delirios y penetro lento, suave, como con cariños
anteriores al momento, sientes que voy introduciéndome en ti con deleites
viciosos, siento que entro en tu cuerpo como poseedor de tu respiración y de
tus íntimos jugos, te sientes poseída más adentro de tu cuerpo, horadada por
deseos que ya palpitaban antes de todo. Comenzamos a movernos en un ritmo que
nos desata, cada vez más rápido, más insistente, hay voces en un idioma
intraducible, hay retorcimientos, estertores, los cuerpos anudados, hay
desesperaciones, hay besos que muerden, manos que aprietan, uñas que se hunden
en la piel palpitante, hay una furia que absorbe y enloquece, hay gritos en la
serena luminosidad de la tarde, el mar resplandece con el rojizo atardecer, hay
un destello, un relámpago, una profunda penetración, y viene tu orgasmo, las
contracciones de tu vagina devoradora, y viene mi eyaculación en torrente
incontrolable. Nos quedamos quietos, saciados, los besos ahora son mas dulces,
mas tiernos, afuera chillan alegres las gaviotas mientras la noche se convierte
en tibias cenizas.
Jueves lluvioso, 6 de agosto de 2015.
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