Yo iba inicial
desde tu boca besada con los labios y las lenguas trabadas en una sinfonía de
quejidos y una mojadura de salivas allá arriba en las alturas de las palomas y
los campanarios, nuestras manos se afanaban en urgentes e impúdicas caricias
reconociendo los íntimos sitios donde iban a saciarse los deseos. Abajo, las
luces de los barcos ilusorios ya titilaban en el atardecer casi nocturno. Yo
bajaba besando lamiendo por los alrededores de tu ombligo, por tu vientre desatado
en su lisura primordial, por entre la mata de ralos vellos olorosados con
deleite de macho enceguecido hasta tu sexo anhelante, allí asediaba los pétalos
humedecidos, el breve botoncito de tus goces solitarios, tus ingles y tus
muslos, y me hundía en ti con fervor y celo saboreando tu vulva abierta a mi
lengua en sus sabores hasta que atrapaba el vuelo tu febril orgasmo de aguas
marinas. Tu ibas después besando lamiendo mi pecho con urgencia agradecida, mis
tetillas, el estomago y el vientre, rozabas mis vellos púbicos y anidabas
tormentosa en mi miembro, lo lamías, lo besabas, lo mamabas, lo succionabas,
sobaban tus manos mi testículos mientras la mías te animaban enredadas en tu
pelo, urgías con tu boca mis lujurias llevando la dura erección a su máximo
posible, succionabas con deliciosa demencia, succionabas ambos a ojos cerrados,
y en un último oleaje me arrastrabas al éxtasis de una eyaculación desesperada.
Afuera la noche se constelaba sigilosa en el silencio del amplio horizonte de
terciopelo esperando que nos despidiéramos sin saber que era para siempre.
miércoles, 5 de agosto de 2015
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