sábado, 20 de junio de 2015

CERCADA


Te acoso desde la lúbrica y oscura ansiedad de tu memoria, desde donde escondes tus experiencias fallidas, tus hambres rencorosas, la íntima humedad que unta tus dedos masturbatorios, los deseos insaciados por temor, vergüenza o recato, donde hacinas los momentos del goce, los estertores de tu cuerpo copulando, los secretos sueños depravados. Te acecho por el borde de tu lecho empapado en los sexuales sudores de tus insomnios sin macho, entre las sábanas espurias de la fornicación soñada, imaginada o consumada, en la ciénaga de tibias aguas densas y lechosas, en el bosque de tiesas erecciones dibujadas en las penumbras, por los lascivos laberintos que van de tus pechos a tus muslos, entre tus piernas abiertas y en el surco entre tus nalgas. Te asedio hasta en el rescoldo mismo de los orgasmos perdidos, hasta la entrada olorosa de tu vulva con sus rosados pétalos y su sensible capullo, hasta la mórbida lisura de tus senos y la erguida brevedad de tus pezones, hasta la comba feraz de tus glúteos y hacia adentro de tu sureña flor ceñida. Te persigo enmascarado en tus pesadillas oculto entre los suaves y deliciosos vellos de tu pubis incesante, y allí soy el potro que monta su yegua sobre la verde grama, soy el perro abotonado a su hembra jadeando, soy la verga que te penetra hundiéndose en tu sexo anegado, hambriento, succionante. Te atrapo en mitad de tu noche de impúdica ensoñación, en las sombras embebidas del rocío del jardín de la rosas y las magnolias encandilada por las luces de la madrugada, bajo el sereno del alba quieta de los besos, te cerco con mi boca en tu boca ebrio de tu nocturno perfume y sitiado por el dulce sabor de tu saliva.


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