Te acoso desde
la lúbrica y oscura ansiedad de tu memoria, desde donde escondes tus
experiencias fallidas, tus hambres rencorosas, la íntima humedad que unta tus
dedos masturbatorios, los deseos insaciados por temor, vergüenza o recato,
donde hacinas los momentos del goce, los estertores de tu cuerpo copulando, los
secretos sueños depravados. Te acecho por el borde de tu lecho empapado en los
sexuales sudores de tus insomnios sin macho, entre las sábanas espurias de la
fornicación soñada, imaginada o consumada, en la ciénaga de tibias aguas densas
y lechosas, en el bosque de tiesas erecciones dibujadas en las penumbras, por
los lascivos laberintos que van de tus pechos a tus muslos, entre tus piernas
abiertas y en el surco entre tus nalgas. Te asedio hasta en el rescoldo mismo de
los orgasmos perdidos, hasta la entrada olorosa de tu vulva con sus rosados
pétalos y su sensible capullo, hasta la mórbida lisura de tus senos y la
erguida brevedad de tus pezones, hasta la comba feraz de tus glúteos y hacia
adentro de tu sureña flor ceñida. Te persigo enmascarado en tus pesadillas
oculto entre los suaves y deliciosos vellos de tu pubis incesante, y allí soy
el potro que monta su yegua sobre la verde grama, soy el perro abotonado a su
hembra jadeando, soy la verga que te penetra hundiéndose en tu sexo anegado,
hambriento, succionante. Te atrapo en mitad de tu noche de impúdica ensoñación,
en las sombras embebidas del rocío del jardín de la rosas y las magnolias
encandilada por las luces de la madrugada, bajo el sereno del alba quieta de
los besos, te cerco con mi boca en tu boca ebrio de tu nocturno perfume y
sitiado por el dulce sabor de tu saliva.
sábado, 20 de junio de 2015
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