“La mariposa volotea y arde —con el sol— a veces. Mancha volante y
llamarada, ahora se queda parada sobre una hoja que la mece”. Mariposa de
Otoño. Pablo Neruda
Busco en ti esa esquiva mariposa
deseada, la huelo a la distancia, la saboreo imaginada, verbal y bucal, la
siento palpitar en su cerrada humedad, la deleito lingual, la visualizo a su
abierta voracidad, escucho embobado y erecto su leve aletear entre el vaho
caliente que se eleva desde su oscura maraña embrujadora, por el musgo oloroso de
tu sexo, en la concavidad de su miel y su polen, hacia la tibieza de tu perlado
sudor, en ti hendida hendidura surcada penetrada estilando, alada leve
insinuante mariposa marina, hirsuta, mojada de saladas aguas vertientes, asomada
en su corola aguardando quieta tangencial las punzaduras, la intromisión del
fuego líquido derramado, el roce digital en su mínima probóscide bajo rosado
capuchón oculta, mariposa derramada en sus fluidas transparencias se vierte
vuela florece túrgida ofrecida, lamida por morenos escarabajos, por zumbantes
abejorros, por pervertidos caballitos del diablo, potros alados que caen
atrapados en tus perfumadas densidades, carnívora flor voladora, hirviente pozo
de hermosas y volátiles provocaciones, vúlvica joya etérea que mariposea entre
tus piernas y se quema en su propio fuego humedecida por el deseo de
endurecidas penetraciones lubricadas por el tibio rocío de esa eterna rosa de
tu sexo, mientras atrás la otra mariposa, la escondida entre tus pálidas nalgas
ampulosas, trasera breve ceñida en su surco temerosa hundida abre y cierra sus
pequeñas alitas circulares como un anillo de sodomíticos goces pecadores, y con
su tierna carnalidad se ofrece encelada a erguidos empotres polinizadores al falo
que sobre la mariposa volotea, revolotea,
y desaparece (i).
(i) Mariposa de Otoño. Pablo Neruda
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