Intento romper
los muros de tus pudores, los hierros que te encarcelan o te enjaulan en tus
propios temores de ser la hembra en celo que eres en tus nocturnos laberintos,
cuando en la oscuridad te desatas a tus apremios carnales y dejas que tus manos
vaguen por tu cuerpo buscando los pliegues donde se esconden los vergonzosos placeres
onanistas y las sensaciones de tu íntima y secreta lascivia. Anhelo desarmar
tus recatos y dejarte ardiendo en un desierto de pasiones desenfrenadas, de
escondidas y lúbricas fantasías, en una ciénaga de sobajeos pervertidos,
incensurada, libertina e impúdica, abierta a los goces desconocidos de una
sexualidad aberrante que se consuma en un caldo de gemidos animales y gritos
con los labios mordidos. Pretendo llevarte a las calurosas selvas donde
florecen las mórbidas orquídeas de lo inconfesable, donde crecen las constrictoras
lianas de lo depravado y los verdes reptiles del pecado original, donde te
pierdas en el vaho dulzón de los aromas fálicos que te hagan abrir los pétalos tu
vulva ansiosa de duras y profundas penetraciones. Ansío arrastrarte a los rojos
tugurios de tus instintos para que bailes desnuda la danza de la incitación al
fornicio, para que muestres tus artes de seducción de meretriz babilónica, para
que te exhibas libidinosa en los artificios de inquietante cortesana
sodomítica, de núbil vestal del templo de la continua desfloración. Deseo desvestir
la dama que te habita, abusarte una noche entera, violarte con la ternura del
amante enamorado, violentarte sobre un lecho revuelto, humedecido de sudores
sexuales, de tus transparentes fluidos vaginales y de mi denso semen caliente,
oloroso a sexo impuro, a cópula salvaje, a un coito de ángeles caídos, a la
fornicación de dos demonios insaciables.
jueves, 18 de junio de 2015
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