“Fue hoy en la madrugada, en la mañana, lástima que alguien me
despertó”. La Anónima Durmiente
Es el deseo, el sexo, la
calentura en la palabra, la trampa del verbo, verbal la fina telaraña atrapa-deseos,
la imaginación cabalgando sobre la otra imaginación, supurando las subterráneas
aguas sexuales en oníricos ardores negados aunque aun la piel sudorosa brilla
en la madrugada que se viene relajada, laxa, lánguida, embebida del dulce sopor
de un orgasmo clandestino y secreto entre las sabanas de la lúbrica noche al
fin vencida. Es la imagen borrosa que se hace nítida y se pierde en la mañanera
rutina perpetua que siempre la rompe en fragmentos insignificantes del sueño
olvidado, roto por el despertar abrupto, negado por tus pudores inverosímiles, por
tus recatos de temerosa pecadora de pensamiento oculto, de palabra inconclusa, de
obra imposible y de omisión voluntaria, por mi culpa, por mi culpa, por mi
culpa. Es la excitación trimestral, ese misterioso oleaje lunar que te arrastra
en sus eróticas turbulencias por un nocturno escondido y tú te dejas llevar por un vaivén que te
lubrica y penetra y te profundiza hasta que despiertas transpirada, acesando,
mojada, pero virginal, porque todo solo ocurre en tu vagina húmeda y ardiendo, y
así amanecida quieres volver a soñar lo de anoche, sentirte otra vez en el
sueño poseída hasta el vértigo por un macho impuro, por el perfecto príncipe de
tus otros sueños blancos y románticos. Es mi lujuria ansiosa que quiere saber
con qué, como y porqué, qué hizo descongelar los témpanos atávicos de tu cuerpo
y de tu alma, pero cuentas que “estaba
durmiendo y soñé algo que me excito seguramente”, y no te acuerdas o lo
borras o lo olvidas o lo guardas en el cofre de tus íntimos momentos porque
eres pacata hasta para los sueños y te quedas ahí quieta silenciosa avergonzada
sonrosada mordiendo tus labios turbada perturbada conturbada masturbada, pero
callas sonriendo y te quedas en deuda porque nadie sabrá nunca cual fue ese
sueño.
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