domingo, 7 de junio de 2015

LOS RECALIENTES


(Dueto)

Es el frío de la tarde el oleaje que me lleva a romperme en espumas entre tus muslos, el sonido de tu boca gimiendo es el viento salino que presagia la tormenta, son tus manos la arena caliente que sube por mis piernas buscando la dureza ansiosa, la sensibilidad fálica, la virilidad marina. Me envuelvo por ellas como gata ardiendo buscando en ti el deseo que tengo dentro de mi cuerpo. Me acerco a la roca que me enfrenta haciendo que mis gritos te sofoquen, gimiendo ante tu deseo erecto que apasiona mi piel, mis sentidos, mi todo. Vengo a buscar en tu cuerpo las cosas que aun no tienen nombre, las que no he vivido, las fantasías que se me quedaron extraviadas entre las noches en cuerpo equivocados, las posiciones no descritas en el Kamasutra, las perversiones que no alcanzó el divino Marqués, los pecados no incluidos en los compendios eclesiásticos, el roce distinto, las pulsiones innombrables, los sabores más profundos de tu vulva. Riachuelos recorren nuestros ríos, bajan escandalosos por las dos pieles, bajan desde las montañas donde deseosa observo tu deseo, quisiera cumplir todas tus eróticas fantasías, no alcanzo a tocar tu cumbre me quedo esperando que vuelvas de tus fantasías y darte el abrazo dejándote prisionero entre mi piel y mis deseos aun pacatos y escondidos entre los muros de mi cuerpo. Eres la virgen de todos los tugurios, la crisálida incrustada en todos los troncos y en todos los tallos, la solemne meretriz impenetrable que me persigue hasta en los erectos insomnios y las mojadas madrugadas cuando se desbordan incontrolables los deseos de la noche. Eres el ángel diáfano de mis mañanas solitarias, abandonadas a las perturbaciones y las dudas que al oírte leerte sentirte me provocas, y el vampiro que saca desde mis adentros la savia que me mantiene a la espera de tus abrazos, besos, caricias y tus pequeñas perversidades. Eso somos, una virgen y un ángel copulando cuando ya la tarde entumecida se ha ido hundiendo en el crepúsculo hasta sumergirse en el nocturno donde habitas, la oscuridad te desnuda y te acaricia, me desvisto del día y me deslizo me vuelco me derramo como un sátiro enfebrecido entre tus sábanas hasta que nos deshaga la fría madrugada.


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