sábado, 14 de noviembre de 2015

EN BUSCA DE LA ESQUIVA HABITANTE


Para G.

Te escondes difusa y lejana en el espejo manzana o mariposa, enmascarada o sin rostro reconocible, bajo los globos de colores y sobre el arcón donde guardas los recuerdos. El muro blanco, las antiguas y oscuras maderas, el íntimo pasillo que da a tu insobornable dormitorio, la luz del día allá al fondo entrando por la cortinada ventana y la abierta puerta por donde te me escapas cada día al día siguiente y a los sucesivos como una sutil mariposa inasible, impalpable e imposible. Los rincones y recovecos por donde habitas y te deslizas tenue, silenciosa, sola, los sitios de tu ámbito de grata soledad, por donde caminas nocturna con tu burqa, o quizá por donde deambulas en los plenilunios semidesnuda buscando las perdidas fuentes del deseo, ansiosa, hambrienta, excitada, sin encontrar la penetrante sensación o el erótico recuerdo de aquellas tardes nuestras de ardientes desvaríos. Busco las huellas de tus pies descalzos en esas brillantes caobas cuadriculadas, los vestigios de tu tibieza en los muebles, en los cuadros, en el mismo azogue, y no te encuentro sino apenas reflejada en un ala del espejo, tierna, pequeñita y evanescente, tal como te recuerdo. Huelo en el aire contenido en ese volumen de tu hogareña intimidad la dulce intensidad de tu perfume, imagino la presencia etérea de tu cuerpo reverberando en sus delicadas lujurias de hembra soñadora, percibo la sensitiva madurez de tu piel, rememoro el voluptuoso sabor de tu sexo en un atardecer ya irrepetible. Y como no te encuentro ni vislumbro, me voy cabizbajo y tristón rumbeando detrás del jinete y los caballos que cruzan silenciosos por allá arriba en el alto y sobrio artesonado.


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