“Yo soy tan terrenal, me siento con mis
años tan infinitos”. G.
Será como ya has imaginado en tus escarchados
insomnios de invierno, será como he previsto cada instante minucioso en la
vorágine de mis contenidos deseos. Tomaré tus manos, besaré tu boca, acariciaré
tu pelo, sentiremos la tibia presencia recuperada del otro tan cerca que se
unirán el ayer y el ahora en el destello del momento que hemos soñado hasta el
vértigo. Quizá bajaré lentas y solemnes mi manos hasta tus pechos, quizá los
encope con delicada intención mientras mis labios sigan abarcando la plenitud
de los tuyos, quizá abra tu blusa para palpar en su piel tus palomas y besar
con etérea levedad tus excitados pezones. Quizá mi mano baje a tu pubis y roce
leve, ligera y tenue, lenta como un caracol asustado los pétalos de tu dormida
pero inquieta rosa carnal, y toque apenas las alas palpitantes de tu velada mariposa
sexual. Pero todo será con la anuencia explicita de tu pequeña y tímida lujuria
implícita en tus ojos entrecerrados y en tu respiración anhelante, imagino. Quizá
tu mano hurgue sigilosa y perturbadora en el punzante territorio del antiguo guerrero,
quizá lo manosee y lo incite, lo eleve y más, si algo más quieres, con la obvia
licencia y el sensible beneplácito de mis tormentos onanistas. Y nada más si
nada más quieres. Yo solo espero tu cercanía, el encuentro después de trece largos
años ansiosos, será una linda cita otoñal en medio de la urgente primavera, tranquila,
relajada, sin urgencias ni acosos, como aquella la primera vez cuando te di el
tiempo para desplegar tus alas de tierna mariposa intranquila y te envolví
en mi telaraña de espera, cautiva de mis palabras y de mi silencio porque
yo caracol subterráneo ya estaba atrapado en ti. Todo será como un sueño ya
vivido, fluyendo con la calma de un cálido estío nocturno, juntos como ese
antes, aunque por ambos hayan sucedidos incesantes los tantos años. Y así
viviremos ese atardecer venidero, tomados de la mano, sumergidos otra vez en el
nosotros.
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