lunes, 14 de octubre de 2013

ATRAPADA


Y sé que me lees a escondidas, en el sublime secreto de ti misma, como una niña asustada que sabe del abismo del pecado pero juega en sus bordes resbaladizos como no queriendo, o como una ninfa furtiva que merodea los territorios del fauno deseando allá en el oscuro fondo de sus íntimas ansias ser atrapada en sus redes de lujuria, en sus trampas voluptuosas, en sus eróticas liturgias. Y te buscas entrelineas, rastreas tu nombre invisible, indagas por mis mensajes escritos solo para tus ojos curiosos en los mismo códigos que abren tus mañanas, tratas de leer el manuscrito original, sin las tachaduras de mi timidez ni los borrones del recato o la respetuosa censura. Y te acercas ingenua para leer la letra chica, esos rastros de hormigas entintadas que solo tus ojos ven, y escudriñas en los párrafos para ver el reflejo de tu cuerpo desnudo en el espejo de mi verbo que arde como una llama que atrae la insegura y nocturna mariposa. Y rondas y palpas y sopesas una a una las palabras, para sentirlas en tu piel como caricias o lamidos, y te recorren misteriosos estremecimientos cuando encuentras un eco, una breve reverberancia de mi voz/verbo que repite lo antes ya dicho, eso también lo sé. Y se te va la imaginación desbocada a lo que podría llegar a suceder o vivirse, a los vívidos detalles imposibles que declaran las frases que más relees, y sueñas besos impúdicos, dedos revelando al trasluz tus deseos, y entrecierras tus ojos y dejas de leerme en tu clandestinidad pecadora para que yo pueda seguir transcribiendo lo que haces y sientes cuando me lees. Y es que solo saber que me lees me basta para justificar todo lo que te escribo.

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