viernes, 25 de octubre de 2013

SILENCIO


Ese silencio que esconde a la ninfa asustada detrás de perfumados jazmines o florecidas madreselvas, detrás de sus pudores y recatos, detrás de sus temores o terrores, detrás de la femenina vergüenza de ser, hacer o mostrase en la desnudez de la ominosa realidad. Que quizá esconde la mano atrapada en dulces e íntimas orgías onanistas, vulva y pechos entregados a la exploración de una lujuria personal, los dedos urgidos en solitarios ritos de goces egoístas, el cuerpo contorsionado por la búsqueda inalcanzable del placer total, del orgasmo ansiado, del laxo descanso saciado para alcanzar la brevedad en el insomnio. O que esconde el sollozo culpable de la soledad carnal insaciada en su plenitud, intocada aun por la vorágine del clímax que abunda en los sueños de hembra desolada, en los imaginarios del nocturno clavado en las penumbras del amanecer rutinario, allí en el vacío y seco desierto del lecho baldío. Ese silencio cómplice que esconde a la indomable gata en celo allá en el alto tejado del castillo inexpugnable husmeando el denso aire de la noche, intentando describir en la brisa quieta y cálida las perturbadoras feromonas del vicioso gato voyerista que la persigue asustado desde la tímida blandura de su salón, imaginando en sus turbias masturbaciones que la posee desde ese cauto lejos de su cobardía. El silencio oprobioso de la mujer hembra frustrada en sus deseos, en sus inquietantes ansias nunca consumadas de entregarse a la copula en una locura de sensualidad desatada, arrastrando hasta el abismo del olvido sus trancas y sus inflexibles obsesiones, su inquisición intransable, su contenciones voluptuosas. Ese silencio que oculta en las sombras la silueta de un gatito curioso que merodea sigiloso entre los perfumados jazmines y las florecidas madreselvas rastreando una deliciosa presa vulnerable. Ese silencio.

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