sábado, 19 de octubre de 2013

SOLO EL DESEO


Solo el deseo carnal, nada más, la sensación del roce de un cuerpo contra otro, la piel encendida en sus sensibilidades extremas, caricia, beso, lamido, el calor corporal abarcando la agitada respiración, el sudor derramándose en densas gotas por entre las dulces turbiedades del pecho y los senos restregados, por el vientre macho y el pubis hembra, el sabor de la saliva embebiendo los labios besados, mordidos, la desnudez en su pureza natural, sin pecado, como una tentación inquietante pero depurada de oscuras obsesiones, de pequeñas perversiones o alteradas vergüenzas , las piernas trabadas en un ensamble más que erótico, al borde de lo salvaje, la intensidad de las manos que escurren y recorren, que se deslizan con suave impudicia a lo largo y ancho de la posesión y la entrega, las bocas hambrientas atrapando los pezones o el falo, succionando, lamiendo, diluyendo el miedo y la timidez, la desolada cobardía de sentir y hacer sentir, las lenguas resbalando por los despeñaderos del placer, hurgando, repasando una y otra vez los lugares del goce, el cielo y el infierno bloqueados en esos instantes en el que los pensamientos se vuelan asustados y los instintos abarcan todo el aquí y el ahora, la vulva húmeda en su tibieza de selva, en ávida espera, la verga erguida punzando, en ávida búsqueda, la delicada pene/tración como un intento, como un juego inocente, como al trasluz de la lujuria, la sagrada alquimia de la copula, los íntimos fluidos lubricando, el semen derramándose en el surco y la hondura, los quejidos, el abrazo ceñido hasta la desesperación que quiere traspasar la soledad, com/pene/trar los cuerpos hasta convertirlos en una sola estatua de sal.

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