Te me escapas, me rehuyes, fluyes alejándote
como un agua delgada y sigilosa que va quemando la piel, marcando su huida en
un ardor borroso, entre lo temido y lo deseado, dejas fuegos encendidos como
una lava escurriendo lenta sobre pasto seco, dejas incandescencias que iluminaran
la próxima noche del lobo hambriento. Aún así puedo oír el roce de tus muslos
buscando sensaciones perdidas, la emergencia de tus pezones, tus manos en su
vuelo de caricias, puedo ver tus ojos entrecerrados, tus labios entreabiertos,
el rubor revelador de la imaginación que se desborda, se desata por los tortuosos
senderos de la carne viva que siente o presiente, puedo adivinar tu respiración
agitada en su densidad pecaminosa que acusa un aire tibio, vaho o aliento que
va avanzando por tu cuello. Te evades de lo que te quema, verbo o silencio,
desertas del naufragio por venir, huyes sin saber donde pues llevas en ti misma
el demonio del que escapas. Huelo tu aroma vertiéndose en su recatado
florecimiento, imagino tu sudor inundando tus poros, tus fisuras, tus
oquedades, percibo el brote incontrolado de las semillas del deseo enterradas
en tus instintos. Sientes una erguida rigidez punzando tu cuerpo en los
innumerables sitios del placer, inundando de ahogadoras sensaciones la
instancia del aquí y ahora, sientes dedos, boca, lengua, otras manos, otros
labios que dulcemente violentan la humedad sexual de tu escondrijo. Te me fugas
desnuda, anhelante, embebida en ese celo de hembra del que reniegas, con tu
sexo embriagado de licores seminales, estremecida, vibrante, asustada.
miércoles, 16 de octubre de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario