Y eres paloma establecida en el
nido de mi alto campanario, sobre ti derramo mi néctar erótico que quema tu
piel y marca a fuego mi posesión de ti, que te hace vibrar en estremecimientos
aun sin tocarte a través de la distancia que enlaza los deseos, los anuda en
una salvaje pene-tración de macho-hembra, los convierte en la mano que allá y
aquí consuma y complace, y también justifica el silencio vacío de los cuerpos
en intocables celibatos. Y en ese espacio que separa surge el sexo desatado,
llenándolo de emociones e intensidades que solo el ídolo fálico despierta en tu
húmeda consistencia de mujer amante, de doncella mayor, de esclava rendida a su
amo y señor, ilimitada, abierta, inexperiente, pero mía. Y así entras a ese
templo de voluptuosidades donde te sientes violada, violentada, abusada,
embebida de aquel néctar que se derrama en ti sellando el oscuro pacto edípico
e incestual que te susurra que el Amar te pertenece. Y sientes en piel viva mi
boca, mis labios, mis dientes, mi lengua, mi saliva; en tu tetamenta mordisqueada
con delirio, en tus pezones succionados, en tu espalda besada, en tus nalgas
mordidas, en tus muslos ensalivados, en la flor del sur brevemente pene-trada y
en el cuenco oloroso de tu vulva lamida hasta el vicio. Y tu propia mano repasa
una y otra vez esos senderos lamidos y besados, y mi propia mano revive en mi
falo la apretada tibieza de la tuya, y se cumple el rito de tus jugos y mi néctar
vertidos en la gozosa ceremonia en que los deseos florecen en todos los
rincones de tu cuerpo y el mío, entre orgasmo y eyaculación, entre besos de
novios y caricias de amantes, en la tierra feraz de la ardiente y necesaria
complicidad.
sábado, 12 de octubre de 2013
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