sábado, 26 de octubre de 2013

CONVERGENCIA



Me pierdo en el paisaje de las dos suaves colinas soñadas, mi mano encuentra un seno grande, tibio, es como lo he imaginado muchas veces durante mis solitarias excitaciones y masturbaciones, veo tus grandes pechos con sus pezones rosados, con sus aureolas no muy grandes pero ricamente protuberantes, no puedo controlarme y mi boca baja a tus pechos de mujer madura y busca esos pezones sensibles y erectos como dos garbancitos carnales, e inicia una suave y alternada succión, mis labios los aprietan, mi lengua los empuja, mi saliva ardiente los humedece endureciéndolos más y más, mis dientes los mordisquean con ternura y con ansias. El tiempo se extiende abarcando el denso pasado, el ardiente presente y el ilusorio futuro, nada es como imaginamos, la intensidad establece sus urgencias a pesar de temores y timideces. Mi boca sigue y sigue enviciada en tus pechos anhelantes y mi mano sopesa su edípica densidad, los soba, los palpa, los manosea con tierna impudicia. Echas hacia atrás tu rostro con los ojos entrecerrados dejándote llevar por la turbadora turbulencia de mi boca que te invade, te ensaliva, te mama, suspiras, te quejas, susurras inundada de la excitación que corroe las voluntades y nos ahoga en el deseo. Mi otra mano baja hasta mi verga erecta, endurecida, enrojecida y sensible, y apretándola comienza a moverse rítmicamente en busca del placer prometido por Onán y que tú, su sacerdotisa, me brinda como una esclava voluntaria que es a la vez sujeto y objeto del goce y sus instancias. Succiono, chupo, lamo, feliz y excitado, hasta que siento mi semen caliente escurriendo por mi mano y todo se confunde en esa trama de los instintos ebrios de placer. Entonces inicio la ceremonia de la devolución hasta que siento que tu cuerpo se estremece en un orgasmo febril bajo las caricias de mi dedo en tu clítoris y mis labios, que han seguido mamando tus pezones. Cesan las caricias, ya nada se mueve, solo se adivinan dos cuerpos laxos en la suave y extenuada penumbra.


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