Intocable porque te cierras al espejismo del
placer de la carne viva y la piel erizada, al susurro que te queme bajando por
entre tus pechos, anegue tu ombligo de quemante saliva, moje tu vientre y
empape tu pubis, murmure en tu vulva humedecida estremeciéndola como una flor
incendiada, intocable e im/pene/trable, inviolable en tu alto castillo sin
puerta ni ventanas, con tus deseos amarrados al mástil para no escuchar los
cantos mentidos de los machos que te asedian, que te acosan sin lograr nunca tu
sonrisa pecadora. Frágil porque te sabes vulnerable escondida en tu caparazón
de hembra distante, asexuada, imposible de seducir sin seguir un rito que solo
tu conoces, sin los protocolos codificados en tu lenguaje secreto ni las
ceremonias sagradas de tus propias creencias, de tus premoniciones de
desengaños y de tus certidumbres de venideros dolores, frágil en los oleajes
nocturnos que te deben arrastrar a los roqueríos de los insomnios y las
soledades, cuando muerdes la almohada y tu cuerpo se arquea y tensa extraviados
en los suburbios del goce carnal, inalcanzable. Peligrosa porque el fauno
demonio macho que alcance a hundirse en ti, por boca, dedos o falo, embebido de
tus íntimos néctares virginales, ebrio de tus prohibidos licores vaginales,
conocerá en ese destello el paraíso buscado y a la vez durante la misma
fulguración lo perderá para siempre, porque tú, Mantis religiosa, para seguir viviendo en tu espera infinita
deberás volver a ser intocable, frágil y peligrosa.
lunes, 21 de octubre de 2013
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