Pour mon amie
préférée, la Comtesse
De pie en la ducha como una estatua cinco
veces vista y deseada, tus ricas piernas atrapándome en el vértigo de mi ojos
enviciados en la cómplice amistad con visuales ventajas de tu coqueto
exhibicionismo y de mi voyerismo masturbador, en la vista vertical de tu pubis piloso
visto desde tus propios ojos, los mullidos muslos, las rollizas rodillas, la
pulsera en tu tobillo titilando allá abajo donde tus pies incitan al pervertido
fetichismo de chupar cada dedito, de lamer sus plantas, de morder los talones y
los empeines. Tus carnes húmedas olorosas a jabón, a hembra purificada por las
calientes aguas que escurren por tu piel y se aferran a tus vellos púbicos como
pequeñitas y luminosas gotitas transparentes. Llueve sobre tu Monte de Venus,
sobre el arco de los pelitos que mis labios tironearon en el antiguo juego del
sexo oral que te hacia gemir en las cumbres del placer lingual. Mi miembro que
se erecta imagen a imagen, mi mano sobadora urgiendo su dureza, su erguimiento,
haciendo florecer la sensibilidad del rojo y brillante glande. Tú ahí en tu
baño de sensual mujer madura, lejana e imposible, y yo acá en el mío
masturbándome escondido como un adolescente impúber que te sueña voluptuosa y
sin rostro jugando a excitarme en la ducha solitaria. O sino, solo queda la
oculta consumación a mitad de la tarde con el sol pegando sobre la espesura del
bosque, y allí entre la calentura y el sudor vendrá la eyaculación a mano
limpia para honrar tus incitantes prodigios de erótica esfinge.
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