Para C.
El rojo en su reflejo desatado, sobre el
cristal y el azogue el abismo sensual de esa paloma en su vuelo liberada, su
pezón punzante capullo que se erige faro carnal, breve túmulo, altura orgullosa
soliviantando los labios sedientos. Rojo torrente cayendo sobre tu cuerpo
desnudo, sobre tu piel pura de magnolia o rosa o pétalo abierto a las lujurias
de los ojos embriagados en su sedosidad impura, en su tibieza que arde en la
mano que la toca roza acaricia, que fulgura en pervertidas dulzuras en los
labios que la besan, en la lengua que la lame en su miel destilada. Por rojo
florecido desde la semilla del deseo, por tu mano sujetando el peso tierno y
voluptuoso de ese pecho reflejado, por tu mano sujetando el artilugio
exhibicionista, por tu pelo negro negro en cascada vertido sobre tus hombros
como una noche de obsidiana que se adentra en la ardua cópula soñada. Ese rojo
que inquieta la eterna sexualidad del potro en su celo tormentoso, que rompe
los tímidos recatos de la doña en su querencia, que rige las soterradas
erecciones del falo, su insaciable dureza viril, el goce erguido que se derrama
en la densa eyaculación. Rojo que incita y excita, que se abre como la corola
de una roja rosa roja y expone la pálida y mórbida blandura de tu seno, rojo de
las uñas rojas como escondidos granates, rojo como un geranio que se mece con
tu respiración, rojo como el provocativo clavel de tu boca. Bajo el rojo quiero
ser el triángulo de metal entibiándose dormido en la tersa delicia de tu
escote.
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