Pour la muse toujours inquiétante
Desespero esperando la esperada inspiración
de cada día, los lujuriosos y eróticos mendrugos que la esfinge intocable lanza
al fauno hambriento. ¿Serán tus piernas enteras en su mullida largura, pies
incluidos? ¿Serán tus mórbidos muslos con sus manchitas lunares? ¿Será tu pubis
con o sin pelitos? ¿Será la mata de vellos oscuros como hirsutas algas
sumergidas en el océano de tu mórbida piel desnuda? ¿Vendrán sobre cuadriculas
de pieles de felinos o sobre florcitas desperdigadas o envueltas en sábanas
anaranjadas? ¿El recato será negro, rojo o fucsia, o celeste o morado, azul,
naranja, entre tules transparentes o lascivos rosas vaporosos, en piel de
pantera o simplemente desnudas? ¿O te mostrarás a lo lejos en el espejo
múltiple, desvestida o con un pudoroso body? ¿Vendrás vestida, desnuda,
desvestida o semidesnuda, retozando en tu lecho o de pie lejana difusa casi
invisible? ¿Estarán tus piernas abiertas o cruzadas, se asomarán los pendejitos
de tus ingles o será la champa entera el obsceno obsequio del día? Y abro cada
mañana la ventanita por donde te muestras y te espío, expectante ansioso preexcitado
curioso para ver que me regala el hada lujuriosa que enciende los voyeristas fuegos
mañaneros y me hace pecar de vicioso onanismo. Mi mano atenta ya aferra el
miembro que comienza a erguirse en su dureza penetrante, aparecen tus muslos,
tus piernas, tus vellos púbicos, e inicio la impune masturbación de cada día. Y
así culmino el ceremonial de la cómplice amistad, la libidinosa simbiosis de la
que exhibe y del que observa, el rito de la hembra en solitaria calentura y el
macho en solitaria pajeatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario