jueves, 10 de diciembre de 2015

OSCURAS CONCAVIDADES


“La noche se perdió en tu pelo...
la luna se aferró a tu piel”
Penumbras. Roberto Sánchez

Me fui bordeando estremecido los oscuros matices de tu imagen, mis ojos enclaustrados hurgaron tus tibias penumbras, allí en las sombras donde eras carnalidad pura y esencia sublime de los deseos que te persiguen sin que lo sepas por los tormentos que genera la intocabilidad sagrada de tu cuerpo, donde aniquilas los fervores y las ansias, donde debo sobrevivir sin tu intensidad corporal allí contenida en la brevedad de tu torso apenas, del canalillo entre tus pechos inmortales y del tibio laberinto de tus clavículas. Rocé estremecido los blancos metales encadenados a tu piel destellando entre tus senos o atrapados en tus dedos con sus fulgores de filosas dagas, imaginando sus caricias hirientes sobre mi excitado cuerpo enamorado. Allí, en las oscuridades de todas las lujurias fui convergiendo una y otra vez enviciado en los sexuales claroscuros, en la escotadura supraesternal, en ese hoyuelo de la base de tu cuello donde se quedaron a retozar mis más sucias y dulces perversiones, mi lengua lamiendo esa oquedad perturbadora, mi dedo, el del corazón por supuesto, rozando su tibia e insinuante concavidad. Exploré ciego de vehemencias las provocativas estructuras carnales de las cavidades de tus clavículas, la breve sima central, los surcos claviculares, la tersa y tensa piel sobre tus huesos instaurados, y mis labios se me iban perdiendo sin retorno por los calientes cuencos de tu piel oscurecida. Navegué sin tiempo extraviado en la curvatura del contraste del negro de tu blusa con la mórbida claridad sensual de tu escote, en la comba tibia, suave y mullida de tus pechos, en su turgencia palpitante, en su incitante convexidad. Y supe, en el último destello de razón antes de naufragar dormido entre tus senos, que no escaparas a que desde ahora te piense en plena desnudez acá a mi lado en el lecho prohibido y te posea cada noche venidera para consumar a mordiscos y ansiosas penetraciones tu incitación de sombras y penumbras, y succionar tus escondidos pezones hasta que despertemos las madrugadas con nuestros quejidos de furiosas aves en celo.


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