Para C.
Tu silencio me excita porque imagino tus
labios besándome, tu silencio me dice cosas que me excitan. El reflejo de tus pechos
reverberando en el espejo, tus pezones en la flor florecida de la blusa negro y
gris abierta a los tiernos deseos de mis ojos enviciados y mi boca envidiando la
estrella de frío metal dormida en tu escote. Mi lengua que lame y te ensaliva la
turgencia de tus senos, mis labios que besan y te succionan tus deliciosos
pezones, mis manos que encopan te acarician y pellizcan la soberana blandura, la
dulce consistencia de esas dunas del goce con sus breves cobres incrustados. Tu
silencio arde en su erótica conspiración, tu silencio derrama el cántaro
seminal. Busco en el lenguaje la voz del sexo que nos sumerge en su pureza de
tibias espumas, la erotizada sensación de tu mano en mi miembro, de mis dedos
en tu vulva, de las bocas mordiéndose, del encanto de las lujurias como
florcitas en la suave grama. Tu silencio inflama la piel del deseo, tu silencio
incita el denso torrente onanista. Tu mano aferrando vehemente mi endurecida virilidad,
sujetando apretando frotando manoseando masturbando, mis ojos boca labios manos
en tus senos llenos evocando toda comba en su misterio, su dos erguidos brotes
inhiestos, mi sueño niño de hundirme en tu perfumado canalillo. Cómplice el
azogue te repite, duplica la impetuosa persistencia de tus dos urgentes palomas,
la serena y blanda voluptuosidad de esas ampulosas colinas orgullosas, su
punzante lascivia y sus brasas, su íntima y virtual impudicia secreta, porque su
obscenidad total me pertenece. Tu silencio se refleja también en las cadencias
del espejo, tu silencio me devora y me naufraga entre tus pechos.
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