Bueno, adelante,
pues me gusta mucho bailar. MFL
Es el incendio, es la
sinuosidad de tu silueta, la línea que dibuja tu boca, la fina trama de tus
pestañas o la perfumada flor que sustentas lo que invade el nocturno y lo
enciende y arde en la piel que te busca en las últimas brasas que dejó el paso fugaz de tu fuego. Por eso comienzo
los asedios, presiento tus ojos tras oscuro cristal, beso la roja la rosa de tu
boca, rozo tu femenina mano que reposa en el arco voluptuoso de tu cadera o el
oscuro oleaje de tu pelo, repaso hechizado tu pálida piel, busco en tu contorno
el deseo, en el negro que dibuja tus pechos y en el verde oliva que esculpe la
concavidad de tu pubis y la convexidad de tus muslos. Y brotan así las envidias
(i), envidio esa arena ardiente que cerca con sus infinitos granos la delgada
levedad de tu cuerpo, envidio la tumbona que te acoge como el deseo de un amante
encendido y goza la liviana sensación de poseerte, envidio el sol que acaricia
impúdico la fina vendimia de tu piel deseada y bebe de ella tu cálida esencia. Inicio
entonces la imposible ceremonia de posesión aunque sé con certeza que nunca
serás mía, pero te haré sentir que lo eres con mismo el fervor de mis delirios,
sabrás que me perteneces porque estremeceré tu cuerpo y desbordaré tus
instintos, sentirás mis manos invadiendo con lento y penetrante impudor tus más
íntimas certidumbres, poseeré tu desnudez fulgurando como un vaho en las
penumbras y me sumergiré en tu húmeda tibieza hasta romper el mito de tu
ausencia.
(i) “…trato de anotar
la imagen de la mujer de la tumbona en las distintas horas del día, tal como la
voy observando al cambiar la luz”. Si una noche de invierno un viajero. Italo
Calvino, 1979.
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