“Ves, y llegó yo a
seguir tentándote”. Ella en sus palabras.
Sé que lo sabes y que
lo sientes allá en los más íntimos recovecos de tus instintos de sola mujer
ansiosa, el pecado ya esta hecho y no hay vuelta, solo te queda huir de mi sed
y de mi hambre, fugarte del aquí y ahora de mis acechos y asedios de sátiro
embrujado, pero te advierto que te voy a perseguir hasta el mismo infierno,
perseguiré tu cercanía imaginaria aunque sea solo para tocar tu mano y atrapar
tu perfume y quedarme con el para siempre como un vaho de amorosa eternidad, o
para desnudarte de un zarpazo y poseerte con la furia del desesperado en las
cálidas sombras de tu noche más ardiente, cuando los aromas de la primavera en
plenilunio te atrapan en su telaraña de pudorosas lujurias y los deseos te
ruborizan avergonzada de ti misma. Presentirás una presencia que arde casi
imperceptible en tu piel, un estremecimiento sin origen que avanza como un
oleaje de espumas en tu cuerpo desde la ampulosidad de tus pechos hasta la
honda palpitación de tu pubis, verás de soslayo una silueta inquietante detrás
de ti en los espejos, oirás una voz lasciva y urgente intentando romper tus
recatos, y palpitarán en tus entrañas prohibidas fantasías que jamás
imaginaste. Sé que te creerás libre de culpa con la soberbia de quien solo ha
pecado de secreto pensamiento, pero en tu alma sabrás que fuiste cómplice desde
el momento en que expusiste tus imágenes sabiendo que yo te andaba buscando y
que cuando te encontrara tú me serias una inevitable, deliciosa y obsesiva tentación.
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