La mañana no poseía las tibiezas sexuales de
antaño, de cuando la primavera consistía en una pierna suave, una vulva
palpitando en su olorosa humedad y una boca dispuesta a cavar hasta los fondos,
cloacas y ciénagas de las más ocultas perversiones. Pero cuando un sol
caribeño, brillante y primitivo surgió en las dos regiones del deseo como un
voluptuosa fiera agazapada se abrió el día con un penetrante olor a guayaba
madura, era un efluvio lujurioso, afrodisíaco y libidinoso, casi animal, abrí
los ojos excitado por esas furiosa esencia que me erectaba lentamente y vi tus
suculentas tetas resplandeciendo en el cómplice espejo voyerista y sus repetidas
imágenes viajaron como una demoníaca emanación sexual hacia los ojos calenturientos
del sátiro escondido en otro lejano azogue imposible. Y así de pronto se me
vino volando tu majestuosa tetamenta ofreciendo sus blandos primores a ojos
vista y el secreto sabor de tus pezones al derroche de una imaginada succión. Entonces,
en una inefable epifanía y con la irracional certeza de una venidera
masturbación observé con mi rígida verga en ristre tus tetas a punto de
derramarse de la anaranjada toalla en sus apetitosas blanduras, en sus suculentas
carnalidades repetidas, tus tetas ricas como dos tibios versos edípicos, tus firmes
y elevadas tetas que dejan a las heliconias maldiciendo y eyaculando a los
geranios, esas dos sensuales burbujas lunares que abren el delirio de la boca y
los apetitos insaciables de chuparlas con la voraz ternura del sediento de ti. Vi
tus mamas en sus convexidades tiernas y prominentes, en su media esfericidad de
sabrosos frutos de un perfumado otoño, con la mixtura caótica de todos los olores
que untaron sus fragancias en esa claridad de tu piel a través de tus años embebidos
en sus poros, y fue como seguir gozando a la espera de las punzantes alturas de
tus pezones. Y apreté tus pechos contra mi cuerpo, manoseé sus calcinantes curvaturas
con mi mano caliente y arqueé el espacio según sus perfectas siluetas, comprobé
su apetecible lisura iocática, su muelle consistencia mamaria, su esponjosa comba
asediada en los pervertidos sueños de mi viciosa juventud, sus curvas que provocan
el erguimiento fálico, recalientan la libido, estimulan la necesidad de surcar
ese canalillo con el glande tenso y sensible como un libidinoso pincel que
traza con su semen los párrafos donde están escritas las depravadas descripciones
de prohibidos pensamientos y de inconfesables pecados.
lunes, 1 de agosto de 2016
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