lunes, 1 de agosto de 2016

PANÓPTICO DE TUS SENOS (Versión obscena)


La mañana no poseía las tibiezas sexuales de antaño, de cuando la primavera consistía en una pierna suave, una vulva palpitando en su olorosa humedad y una boca dispuesta a cavar hasta los fondos, cloacas y ciénagas de las más ocultas perversiones. Pero cuando un sol caribeño, brillante y primitivo surgió en las dos regiones del deseo como un voluptuosa fiera agazapada se abrió el día con un penetrante olor a guayaba madura, era un efluvio lujurioso, afrodisíaco y libidinoso, casi animal, abrí los ojos excitado por esas furiosa esencia que me erectaba lentamente y vi tus suculentas tetas resplandeciendo en el cómplice espejo voyerista y sus repetidas imágenes viajaron como una demoníaca emanación sexual hacia los ojos calenturientos del sátiro escondido en otro lejano azogue imposible. Y así de pronto se me vino volando tu majestuosa tetamenta ofreciendo sus blandos primores a ojos vista y el secreto sabor de tus pezones al derroche de una imaginada succión. Entonces, en una inefable epifanía y con la irracional certeza de una venidera masturbación observé con mi rígida verga en ristre tus tetas a punto de derramarse de la anaranjada toalla en sus apetitosas blanduras, en sus suculentas carnalidades repetidas, tus tetas ricas como dos tibios versos edípicos, tus firmes y elevadas tetas que dejan a las heliconias maldiciendo y eyaculando a los geranios, esas dos sensuales burbujas lunares que abren el delirio de la boca y los apetitos insaciables de chuparlas con la voraz ternura del sediento de ti. Vi tus mamas en sus convexidades tiernas y prominentes, en su media esfericidad de sabrosos frutos de un perfumado otoño, con la mixtura caótica de todos los olores que untaron sus fragancias en esa claridad de tu piel a través de tus años embebidos en sus poros, y fue como seguir gozando a la espera de las punzantes alturas de tus pezones. Y apreté tus pechos contra mi cuerpo, manoseé sus calcinantes curvaturas con mi mano caliente y arqueé el espacio según sus perfectas siluetas, comprobé su apetecible lisura iocática, su muelle consistencia mamaria, su esponjosa comba asediada en los pervertidos sueños de mi viciosa juventud, sus curvas que provocan el erguimiento fálico, recalientan la libido, estimulan la necesidad de surcar ese canalillo con el glande tenso y sensible como un libidinoso pincel que traza con su semen los párrafos donde están escritas las depravadas descripciones de prohibidos pensamientos y de inconfesables pecados.

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