Dices “muéstramelo”,
dices “dale”, y se desatan los deseos como una jauría de lobos en celo que se
entregan al vicio del onanismo bajo tu hechizo exultante, tu incitación
desvergonzada y tu rostro pícaro con su lasciva sonrisa, y tu dedo va a tus
labios y lo lames, lo chupas, lo succionas, y mi verga siente tu saliva
invocando la masturbación inevitable, siente la succión, la chupadura, la
mamada de tu boca en esa voraz estimulación bucal, en una felación babilónica que
me jala como una ventolera pervertida por los húmedos paraísos del goce animal,
y se yergue mi lingam anhelando tu ioni (i), buscando desesperado
su quemante anegación, su aroma de hembra abierta, su consistencia de molusco
hambriento, y la mano pecadora aferra aprieta frota el falo inhiesto que
palpita, y tú me instas a más, a seguir corriéndo(mela) como un potro desbocado por el descampado del
placer solitario, y aunque yo estoy en una casa deshabitada y tú en tu lecho
solitario ambos nos hundimos machihembrados en la misma ilusoria soledad que
nos arde en las carnes trémulas, y sigue tu tintineante risa descarada atrevida
procaz incitando al manual desenfreno, al restriegue prepucial, al lechoso estruje
en medio del jolgorio de fiesta atrevidonga, y continuas con tu deliciosa
impudicia apremiando a la mano pajera para que consume en tu presencia la
delicia del roce priápico, y tu cómplice voz repite el “dale” como la erótica
letanía de una íntima ceremonia sexual compartida en un apasionado clandestinaje,
y viene el destello del clímax y sus quejidos eyaculatorios y una miel seminal
densa y caliente escurre ante tus ojos de lujuriosa esfinge mientras yo de
derrumbo laxo imaginando que me hundo entre tus mórbidos pechos como un lánguido
amante saciado.
(i) La unión de ambos representa «la
indivisible unidad en la dualidad de lo masculino y lo femenino, un espacio
pasivo y un tiempo activo desde los cuales se origina toda vida».
Imagen: “Escultura
fálica”. Obra y fotografía del autor.
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