Ella contaba entre
sus armas con su buen gusto en el vestir y su poder de seducción. Porque pasas sin leer por arriba de los
renglones del deseo duplicaré los códigos del estupro flagrante, redefiniré las
metáforas que desorientan tus recatos y borraré las marcas elegidas por tus
tímidos pudores, iré ahora generando un barroco asexuado, difuso, lánguido,
para que no brote el pálpito en tus entrañas y ningún latido viaje en tu cuerpo
de arriba a abajo. Cuando al fin consiguió adormecerse tuvo un sueño tan
profundo cuanto parlanchín y desasosegado. No habrá pasión ni desenfreno,
sino un compartir íntimo, una conexión de pájaros dormidos y flores mustias, un
tocarse con la levedad de lo ausente sin ningún estímulo físico, yo ahí acurrucadito
huacho durmiendo entre tus pechos, para que tú me lĺeves contigo invocando mis
demonios, desatada, atrevidísima, jugando con un fuego que ya conoces, y así andarás por esas calles alephianas
buscando a tu morocho tal como yo te busco en los rosales del invierno buscando
en tus labios el sabor de tu saliva que un día vendrá a quemarme los besos. Soñó
que un león la trasladaba entre sus poderosas mandíbulas hacia un lugar
incógnito, sin herirla ni siquiera dañarla. Anoche llovió, desperté con el
rumor de la lluvia en el techo de zinc y estaba sumido en tus tibias
redondeces, en ese paraíso que tiempo ha me regalaste, y me quedé quieto
recordando el sueño donde me dejé caer en ti, el sueño sucedía en total
oscuridad, pero yo presentía que eras tú porque lloviznaba despacito, como esas
penas de enamorado. El león penetró en una cueva tenebrosa cuya luz se iba
apagando a medida que profundizaba en ella. Tu sexo
se humedece y se entibia, el mío se erecta y endurece sometido a los diabólicos
estrujes de tu vulva ahí abajo. Cuando
la oscuridad fue total, dejó de tener conciencia de sí misma.
Nota bibliográfica.-
En cursivas, citas de “Los renglones torcidos de Dios”, Torcuato Luca de Tena,
1979.
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