Pour toi, ma belle
amie
La negra pantera que
habita tu cuerpo como un fuego que te devora y me devora desbarrancándome en el
abismo insondable de la furiosa lujuria de tu mirada felina y salvaje, me
despeña por los misterios que florecen en las oscuridades de tu alma ansiosa de
erguidas carnalidades. Lo que escondes y lo que exhibes con la soberbia de la
fiera que se sabe deseada, que afila sus garras y acecha desde los escondrijos
de los arduos y secretos deseos de hundirse herido de muerte entre tus deseados
senos inolvidables. El perfumado oleaje del trigal de tus cabellos ondeando en
los incendiados campos donde copulan estremecidas las bestias en celo. Tu boca con
su pérfida insistencia de sangrientos besos mordidos que deja una sed
insaciable en las bocas de los ojos que la miran atrapados en tu antropófaga
sexualidad, o tu soberbia actitud con su carnívora sensualidad en la pose que
se repite una y otra vez como un erótico sueño que invade persistente los
insomnios de los machos que atrapas con tus hechizos de desatada hembra
hambrienta. Tus afilados colmillos clavados en la carne viva en mis más oscuros
instintos de cazador atrapado que se desangra excitado y seminal en los húmedos
deseos de sentir las ardientes fiebres y las palpitantes fibras que detenta tu
sexo como una sublime amapola anegada, y hundirse endurecido e inhiesto en el
vaivén de la dulce densidad de su néctar inalcanzable. Hay en mí rincones en
penumbras que reconocen otras sombras sigilosas como las tuyas, donde los
espejos son inútiles y las palabras tienen distintos significados, donde los
vahos de los cuerpos encendidos fulguran lascivos en la última noche de los
tiempos, me pregunto si podré distinguir en esas oscuridades alguna imagen tuya
de más lejos que las de tu rostro en su voluptuosa intensidad, si mereceré ese
privilegio vedado a la luz de los diurnos jardines y solo permitidos a los demonios
que danzan en los rescoldos el cómplice nocturno. Sorpréndeme y abre a mi
penetrante capullo los pétalos de tu rosa carnicera y devórame hasta la
eyaculación entre las ávidas fauces de la negra pantera que te habita.
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