Para S.M.M.
Delicias de la sensual
exhuberancia de tu cuerpo en apasionado rojo y sinuoso blanquinegro, de tu
pálida piel resplandeciendo en su tierna y deseada tibieza, visuales placeres
que regalas ahí sentada como un dulce caramelo, y ebrio de deseos recorro tu
ampulosa silueta como un hambriento macho carnívoro; el oro perfumado de tu
pelo y la tierna profundidad de tus ojos, tu sabrosa boca roja que caza al
vuelo los besos, la amplia y llena morbidez de tus pechos, la incitante línea
de tu canalillo, la poderosa sexualidad de tus muslos que invocan goces
soñados, la envidia lujuriosa de tus manos que pueden tocar tu piel y
acariciarla hasta el vicio, la exquisita sensualidad de tu femenino pie
enmarcado en negras cintas, la voluptuosa e inevitable sensación de estar
capturado percibiendo la intensidad de tu cercanía imposible, la secreta
obsesión de seguir espiándote en los cómplices espejos que te reflejan desnuda
en tu sagrada intimidad y poseen la plenitud de tu imagen vedada a mis intentos
de seducción. Delicias de tu opulenta coquetería contra mar y arena, contra
cielo y espumas, ahí tu escote en la sombra como provocativa gaviota sobrevolando
mis excitaciones carnales, ahí tus muslos deliciosos acariciados por un sol
ardiente que se envicia en ellos buscando lo que la otra tibia sombra entre
ellos niega, ahí tus hombros y tus brazos y tus manos provocando playeras
visiones en otro rojo y otro negro, y ahí también tu sonrisa y toda la amplitud
suculenta de tus pechos como dos grandes lunas marinas asomadas al oleaje de
los que las miran con obsesivo deleite, y te comen con los ojos tal como yo
ahora te estoy degustando sentada ahí en esa playa donde sé que nunca podré ir
a buscarte.
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