Por
ML, miel sobre hojuelas.
Toda dulce canela desnuda sobre el blanco lecho para que resalte mejor
el contraste de tu piel oscura como las lujurias que provoca, para más morbo y
más eróticas imaginaciones, todas tus curvas suaves y blandas, las amplias y
alzadas combas de tus glúteos deliciosos de hembra insoportablemente deseada, tus
grandes pechos enterrados comprimidos bocabajo con tus pezones protuberantes
enterrados en la cama incendiada por tu fuego, tu arduo pelo negro difuso y
enredado, tus piernas abiertas bocabajo ofreciendo el surco que oculta la flor
apretada de tu ano, toda tú como una impúdica Eva morena completamente desnuda
en el lecho ofrecida a lejanas e intensas masturbaciones virtuales. Te observo
hambriento desde la periferia de tu historia, de los adentros de tus más
íntimos recuerdos, de la manos de los machos que acariciaron tu piel, de sus
lenguas que te lamieron, de sus vergas que te penetraron endurecidas y felices,
gozosas y erectas, latiendo y chorreando, inundando tu vulva de sus densos
semenes lechosos, te miro envidiando a esos machos punzantes que bebieron de
tus sudores en el lujurioso preámbulo y en el tráfago del coito salvaje, que
fueron bendecidos por tu boca y tus manos y tu sexo, y que tú abrazaste
exasperada y humedecida en el clímax machihembrado de la cópula incesante. Voy
por detrás lento, silencioso, sigiloso, desnudo, mi miembro en ristre tieso y
enrojecido, mis manos aferran tus pantorrillas y la abren un poco más, subo
arrodillado al lecho y me calo entre tus piernas, ahora mis manos abren tus
nalgas como buscando un apretado tesoro, tu ano aparece tímido, cerrado,
ceñido, como una pequeñas flor oscura, mi glande punza ese botón palpitante y
comienzo a penetrarte, cuando mi pichula ya está a medio camino te la introduzco
violentamente hasta que mis testículos rozan tus carnes pomposas, y comienzo a
jinetearte como un macho enloquecido, te monto y te sifoneo, tu ano aprieta y
estruja mi verga hasta obligarla a descargar en la profundidad de tu ojal anal
sus chijetes de semen mientras estremecido me voy desplomando saciado y feliz
sobre tus ancas y tu espalda, y te voy besando tiernamente el cuello abandonado
a la ternura que siente el macho por la hembra poseída.
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