“El sexo es el consuelo que uno tiene cuando no le
alcanza el amor.” Memoria de mis putas tristes. Gabriel García Márquez
Tu mano ahí inserta y provocativa entre tus
muslos suculentos, en esa suavidad intensa de tibio mármol carnal, incitando a
que ardan los deseos en tu exuberante cuerpo incautado y en mi cuerpo ansioso
de poseerte ahí mismo sobre ese sofá como si fuera un lobo en celo que monta la
hembra deseada hasta romperla en salvajes aullidos en medio del bosque de las
lujurias y de las virtuales fantasía. Tu mano ahí en ese azul oscuro de la
cálida noche de tu cuerpo, en imaginada desnudez, abierto a los manoseos, a la
digital masturbación, a las profundas penetraciones que cierren tus ojos
románticos y entreabran tus labios lascivos. Ahí tus pechos impetuosos punzando
ese celeste cielo de otoñal primavera, tus senos ampulosos como dos maduras
palomas que culminan orgullosas en tus erectos pezones para que mis labios los
beban hasta el hartazgo, el vicio, la insaciada obsesión. Tu rostro ahí con su
leve sonrisa quieta de misteriosa esfinge inalcanzable o de lejana estatua
imposible. Otra vez tu mano impúdica descansando hurgando manoseando, en otro
azul, sobre el triángulo cálido y mullido de tu pubis, en una lasciva
premonicion de tu nocturna y solitaria masturbación, tus piernas colgando
semidesnudas a la sombra fresca de la provocación buscando erguir erectar
endurecer el miembro viril de macho que cae en tu red de incitación
masturbatoria, los mórbidos fragmentos de tus muslo apetitosos y las sólidas
rotulas de tus invocantes rodillas, como un óleo de mujer reposando, arriba tus
senos exultantes, en otro celete, como dos llenos frutos maduros que mis manos
amasarian felices por toda tu caliente noche tropical y abajo tus pies con sus
sensuales osaturas expuestos a derramados fetichismos onanistas. Y ahí tu
rostro con su sonrisa coqueta de ninfa intocable o de tierna escultura
inalcanzable.
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