“Creo
que pecaré mordiendo la manzanita.”, ella en sus palabras.
Morderás la manzana en tu insomnio y será
pecado porque ese sabor te llevará a otra lúbrica manzana que por deseo y
placer comieron en un jardín prohibido un hombre y una mujer para ser los
primeros pecadores y gozar de todas las
delicias inimaginables. Y es con la misma esfericidad de esa dulce manzana con la
que punzan sin pecado tus pechos bajo tu blusa, pero también es pecado cada vez
que los miro sediento, imaginando el secreto color de tus pezones, sus breves
protuberancias, sus soñadas areolas. Y tu mano aferra la circularidad de esa manzana
como en algun sueño erótico he soñado que aferras otro fruto endurecido en
carnal pecado, y en esa onírica perversión huelo pecando yo la otra manzana
abierta que madura olorosa en tu pubis, y lamo sus jugos con mis labios
impúdicos y mis dedos hurgan explorando la deliciosa pulpa de tus íntimos goces
y mi erguida virilidad penetra esa húmeda profundidad de pecadora manzanidad de
tu vulva. Y morderás ese fruto prohibido para que yo muerda en tus labios el
mismo pecado y busque con mi lengua en tu lengua el resabio del dulzor de la
manzana elemental que contiene la magia de nuestros más primitivos instintos
sexuales y la semilla de la cópula salvaje en que no enredamos tú y yo en mi
lascivo sueño de la manzana que sostienes en tu mano casi rozando tu mejilla. Día
vendrá en que mis manos pecadoras encopen las cárneas manzanas que esculpen tus
mórbidos pechos que plagia la manzana que sin pecado morderás antes de
sumergirte en mi lujurioso sueño.
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