“Pero
te hubiera pasado otra foto en el agua. Ya la busco espérame. Ahí está más
cerca”, la inspiradora en sus voces.
Entre la ardiente arena y el azul cielo te ves
mariposa amarilla revoloteando sobre los erectos mástiles de los veleros machos
que te observan desde un lujurioso lejos, todo en ti abarca un horizonte de
deseos; la oscuridad de obsidiana de tus ojos escondida detrás de los oscuros
cristales, tu sonrisa de incitante ninfa marina, tus uñas como rojos rubíes
refulgiendo, tus piernas cruzadas, tus muslos inquietantes, tus pantorrillas, y
arriba; tu escote soberbio y ostentoso, tu libidinoso canalillo, tus pechos como
suculentos frutos del verano, como ampulosas lunas encendiendo la noche estival,
y esa sombra, la sombra que se oculta ahí entre tus muslos, culminación y epifanía
que lleva la mirada a la calurosa gruta humedecida de tu sexo. Quiero ser un
largo hilo que envuelva tu cuerpo vuelta a vuelta hasta anudarte en ti misma y
poseerte por la magia de la imaginación y el verbo literario del poeta que te
desea tan adentro que no puedas escapar a la soga lujuriosa que se inicia en el
verdiazul oleaje que te rodea con sus albas espumas y termina en la arena
humedecida que se rinde fría y alegre a tus pies desnudos. Devienes traslúcida,
siempre amanecida como el sol de los trigales, de lo profundo se entretejían tus
eróticas sinuosidades, que cegaban después de la mañana, como sucede con los pecados.
Tu piel expuesta, delicada pero lejana, provocativa pero incierta, mórbida pero
imposible. De sensaciones se construyen tus lascivias, nunca necesitas de insistencias.
Liberada mariposa burbujeante, escarbas las arenas amarillas del paisaje, no eras
para acariciarte, tu alma se fue curtiendo a soles atardecidos en tanto sombras,
que lo que impregna de ti parece destilado del néctar fermentado. Lento penetro
tus cálidas entrañas (i).
(i) Paráfrasis paralela de “La cálida entraña”,
de Juan David Porras Santana
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