(A partir de un texto de K., agradecido)
Cayó como paloma herida ante los
malignos encantos y brebajes del fauno embaucador de damiselas ansiosas,
hacedor de sueños, destructor de pacatas limitaciones y temerosos pudores. No
pudo conseguir su castidad de amoroso amante ni el celibato de monje nocturno y
una vez violentada en sus virginales inhibiciones solo fue un reflejo muy tenue
de si misma. Lo odió y detestó, lo aborreció como a un maligno monstruo
pervertido, pero siempre supo que si lo tuviera al alcance de las manos le
mataría de abrazos y besos y deseos no cumplidos. Odió que estuviera tan lejos,
odió todo lo que fuera distancia, leguas o kilómetros, odió su aparente
tranquilidad, odió el sentirse desvalida sin poder volar y alcanzarlo. Odió el ser tan delicada cuando la penetraba pues aunque
la hacía sufrir gozaba entre los rojos destellos de ese dolor depravado. Se
sentía huérfana sin su calor, sus palabras hirvientes, sus pequeñas
perversiones y sus incitaciones al pecado. Pero nunca pensó que sería tan feliz
por haber nacido mujer y suya. A veces solo deseó contarte algo raro que le
estaba pasando, que lo pensaba siempre pero en esos días de invierno congelado le
venía insistente una rara imagen a su mente. Él estaba pene-trándola, su falo bien
dentro de su vulva, pero no estaban en la cama ni en un bosque, ni en el piso
de cualquier parte entre ella y él, ni debajo de un árbol, ni en un rincón cualquiera
escondidos de todos y de todas, estaban en el aire! Sí, era una visión extraña,
en el aire... no había nubes ni ruidos, ni viento ni sol ni luna...nada! Era
raro pero hermoso, poseía la naturalidad del realismo mágico, la fantasía
desatada del surrealismo, el sinsentido feraz del barroco, la quietud de la
memoria consumada, y así se iba durmiendo... besándolo... esperando que él la
cubriera...
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