Serán veintidós, uno tras otro sin solución
de continuidad, hilados enhebrados por la ardiente saliva, dibujados escritos
pintados tatuados o tallados en las lascivas sinuosidades desnudas de tu piel,
recorriendo tus íntimos territorios paso a paso, transitando beso a beso tus
distancias en una deliciosa travesía por ese cuerpo deseado sin hartazgo ni
compasión. En su trayectoria simétrica y carnal irán uno a uno lentísimos por el
tobillo rumbeando arriba al norte de tu boca, por la pantorrilla en un trazado
de delicada acuarela, por la rodilla en su circulo solar, por el madreperla del
muslo en una escritura de eróticos arabescos, por la humedad de la vulva
vértice vórtice, por el vientre en su convexidad impúdica, por la fuente
cóncava del ombligo, por el pezón dormido, por la Incisura jugularis y la Fossa supraclavicularis
hasta anidar vehementes en los labios. Luego en perfecto equilibrio irán por el
tobillo mirando hacia tu rostro, por la pantorrilla en una tenue filigrana, por
la rodilla contorneando el borde cosquilloso de la rotula, por el concheperla del
muslo en un lenguaje de lujuriosos signos intraducibles, por los ralos musgos
de esa tundra olorosa, por la curva exquisita de la cadera, atrás por la
cavidad de Lobachevski, subiendo por la extensión entera y continua de las
vértebras, surcando el canalillo por entre los pechos y el tibio cauce de la
clavícula hasta anidar otra vez con renovada vehemencia en tus besos. Serán
veintidós, dos veces once, ansiosos y embebidos de un fervor de naufrago, con
las todas las artes y las magias del fauno celebrando el día en que comenzaste
a esperarme.
sábado, 11 de enero de 2014
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