jueves, 16 de enero de 2014

PACTADOS


Los besos van floreciendo más allá de las bocas, de las lenguas que juegan en sus salivas desesperadas saboreando sus vertiginosas esencias, se escurren hacía los impúdicos parajes de los placeres orales, desde la selva rala y olorosa del cunnilinguis a la suave y tierna consistencia del fellatio, exploran con desparpajos lujuriosos y deleites carnales las lisuras de la piel dispuesta y ofrecida, embebidos en dulces sudores, extasiados en íntimos aromas. Las manos abren aferran, convocan erguidas y empapadas emociones contenidas apurando la copa del éxtasis. Duele la vigencia un compromiso de enamorados, un convenio inmencionable, un trato de locura, un límite que no limita sino incita a transgredirlo bordeando el voluptuoso cerco a lo prohibido. Cada cuerpo quieto en su momento de bifurcación siente la intensa posesión labial lingual, ese deslizamiento rígido y húmedo, esa cópula egoísta e incipiente, ese erótico paraíso sin vertientes ni inserciones, solo sometido a las vastas sensaciones de un profundo y compartido gozo místico. Las bocas besos poseen la inquietante intimidad raptada en los ritos bucales, los gustillos vúlvicos y priápicos que las salivas asumen y derraman por las comisuras y las lenguas afanadas en una trabazón de libidinosos caracoles. El beso se alarga hasta casi confundirse con la noche, se hace vértigo y goce, humedece y yergue, endurece y sensibiliza, después las bocas van paladeando el resabio de los sexos lamidos hurgados succionados, intercambiando sus recíprocos sabores sexuales que se untaron en la vulva cuenco y en el falo túmulo. Un silencio de quejidos y restriegos abarca la dicha consumada en el salvaje pacto de la no pene-tración, virgen y fauno se arriman entre las ardientes cenizas, el último beso posee el delicioso sabor de una secreta complicidad. 

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