“abandono la palabra / al encuentro de la vulva.” (i)
Surcaré con mi lengua salvaje el
surco tierno y húmedo de tu vulva, velero inserto o labriego lujurioso. Lameré
la sabrosa geografía que va del piloso monte de Venus al mismo periné. Punzaré
con la puntita rígida de mi lengua el prepucio del clítoris, su glande y su
breve frenillo, a ojos cerrados inmerso en sus fálicas consonancias. Rozaré
lingual el suave borde de los labios mayores y abriré los pétalos de la encarnada
flor de los labios menores para acceder con sexuales ternuras al introito
vaginal. Hundiré allí en ese paraíso del vestíbulo vulvar mi lengua con
desesperaciones de desatado navegante pervertido. Haré renacer tus deseos en ansiosos
quejidos y eróticos retorcimientos mientras lengüeteo con un lúbrico ritmo la
intimidad más profunda de tu cuerpo. Beberé los sagrados fluidos de tus
derramadas lubricaciones, espesas, viscosas, transparentes, y saciare mi sed de
ti en esa fuente que será tu boca y en ella tu saliva. Apresaré con mis labios
cada pliegue, botón o carnal rebaba de tu sensible topografía vúlvica. Romperé
tus recatos y tus vergüenzas, tus pudores de beata, tus miedos al goce
incontrolado y tus secretos temores a enviciarte con mis perturbadores lamidos. Iré dejando en tu sexo
abierto el sello de mi hambre y la rúbrica de mi sed para que no te olvides
nunca de que yo, un atardecer de locura, estuve allí. Y seguiré así ebrio de
tus sabores hasta la pequeña muerte de mi ardiente eyaculación porque al fin lamí los bordes del rocío (ii), y porque
sé que a tu vulva le gustan las lenguas
que se creen mariposas (iii).
(i) AL ENCUENTRO DE LA VULVA
Claudio Rodríguez Fer
Abandono de nuevo
el verso por la vida
proteica
abandono la palabra
al encuentro de la vulva.
(ii) VULVA
Gonzalo Villar.
Encontré un poema
de agua en tu vulva.
Fui leyendo tu sexo
como un cuaderno de sueños,
respiré girasoles en tus truenos,
probé el vicio de tus labios,
lamí los bordes del rocío,
hasta caer una y otra vez en tu pozo,
nido de serpientes, húmeda quebrada,
capullo de nervios, fruto de alegría,
mágica boca de placer.
(iii) GIOCONDA
Rosa María Roffiel
Mi vulva es una flor,
es una concha,
un higo,
un terciopelado;
está llena de aromas, sabores, rincones,
es de color rosa,
suave, íntima, carnosa;
a mis doce años le brotó pelusa,
una nube de algodón entre mis muslos;
siente, vibra, sangra, se enoja, moja, palpita,
me habla.
Guarda celosa entre sus pliegues
el centro exacto de mi cosmos,
luna diminuta que se inflama,
ola que conduce a otro universo.
Cada veinticinco días se torna roja,
estalla, grita;
entonces la aprieto con mis manos,
le digo palabras de amor en voz muy baja.
Es mi segunda boca,
mis cuatro labios;
es traviesa,
retoza, chorrea,
me empapa.
Le gustan las lenguas que se creen mariposas,
los penes solidarios,
la pulpa de ciruela femenina
o, simplemente,
las caricias venidas de mí misma.
Es pantera, gacela, conejo,
se ofrece coqueta si la miman;
se cierra violenta si la ofenden;
es mi cómplice,
es mi amiga,
una eterna sonrisa de MUJER complacida.
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