(A partir de un
texto de Mme. C. de S., agradecido)
El barco está encallado en la noche de luna
llena, a lo lejos lo acosan una miríada de ventanales iluminados, pero el viejo
fauno marinero de mares imaginarios dirige su catalejo a una ventana en especial,
allí la observa como la sueña soñando imaginando deseando sobre su lecho
desnuda deseosa de caricias y placeres piel real, de abrazos, besos y lenguas
juguetonas, de manos que la toquen, la sientan la provoquen, la exciten e
inciten al pecado de sus dedos cómplices que expongan su cuerpo a la lujuria
solitaria en ese lecho ardiente de deseos inconsumados. Su mano busca su verga ya inhiesta ante la visión de la hembra en celo
hurgando en su cuerpo los rincones del goce. Ella evoca extasiada los besos
del amante misterioso, del hombre nocturno al acecho de la ninfa que se expone
a su vista de pervertido voyeur, abre sus ventanales para exponer su cuerpo
trasluciéndose a través de visillos transparentes, no lo ve pero siente su
presencia que la mira excitado vicioso lujurioso ardiendo de deseos tocando su
miembro erecto, erguido, sensible sintiendo la necesidad el vértigo de una
pene-tración nocturna antes de dormir. Él
huele sus aromas sexuales, revive sus sabores vúlvicos, su lengua recorre sus
labios humedeciéndolos, su mano masturba lentamente su falo sensible. Ella
desesperada ansiosa se tira sobre su cama encubridora de sus íntimas necesidades
carnales, se revuelca tocándose amándose dirigiendo su mano sobre su sexo
ansioso en su lubrico imaginario, observa imagina a trasluz al fauno lujurioso,
provoca con su mano, con sus dedos inquietos su orgasmo solitario fundiéndose
en su misma mano como porcelana trabajada por un diestro alfarero. La ve huir revolcándose, fugarse
incontenible hacía el clímax, estremecida y arqueada sobre las sábanas, su mano
acelera el impúdico rito onanista, se queja, suspira, susurra, sus ojos
clavados en esa desnudez lejana e intensa, siente la turbación y el estallido
lechoso, caliente y viscoso, algo escurre por su mano ya aquietada, su
respiración vuelve a encontrar el aire invisible. La luna la sorprende
extasiada feliz agradecida, cierra sus cortinas con coquetería sabiendo que
allá lejos, oculto entre las luces de los barcos a la gira, su fauno marinero sonríe
saciado agradecido guardando su catalejo y limpiando las densas huellas de su
deliciosa eyaculación.
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