viernes, 24 de enero de 2014

RECUPERACIONES


Déjame llegar a casa, está lloviendo. Cassandra.

Vi tus uñas joyas en tus dedos que de mi piel se declaran soberanas, vi tu pelo cascada nocturna con sus hilos de luna, vi tu esencia demorada por mis besos, tu ausencia abrumada de silencios, tu fuga y tu encierro, tu distancia incomprensible. Vi tus uñas y tu pelo y a partir de esos fragmento comencé a vivirte otra vez allí en medio de tu lluvia, humedecido en tus vertientes, asolando las memorias de visiones de tu cuerpo desnudo, de tus pechos grande y llenos, mullidas exaltaciones de aquellos infamantes sueños edípicos, de tus pezones expuestos a mis ávidas succiones, de tus glúteos abundantes, nalgas divinas, ancas de la potranca que siempre está huyendo del potro enardecido con el ídolo en ristre, de tu pubis y su rala selva de olorosas premoniciones, de tu húmeda vulva rendida a mis ávidos lamidos y juguetones chupeteos. Y volviste a ser la esclava de fálicas idolatrías entregada a las viciosas perversiones de tu Amo y Señor, rendida a sus oscuras fantasías que derrumban los prejuicios, socavan los recatos e incendian los pudores. Y me fui reencarnando debajo de tus uñas decoradas, en el sortilegio de tus cabellos al viento, en los carnales pliegues de tu vientre, en la tibia medialuna bajo tus pechos, en el surco humedecido de tu sexo ansioso, a lo largo de tus muslos por tus rodillas hasta tus tobillos y cada uno de los dedos de tus pies. Y se materializó tu mano en mi falo aferrándolo como una erótica y ancestral herramienta del placer, y la doncella dulce y tierna fue la potranca ardiente y voluptuosa habitando mis desesperados deseos de ti, porque contigo mis masturbaciones se convirtieron en una misteriosa ceremonia de posesión.

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