Pour Mme. la C. de
S.
Aparecen de súbito como breves burbujitas
multicolores traídas por una brisa tenue, cálida e invisible y se van
dispersando allá desde el alto de tus piernas, bien en lo alto, y se meten por
todas partes transgresoras y lujuriosas, tremendas de golosas, y acá me andan
bajo el pijama revoloteando sin respetos ni pudorosas cortesías, juegan y
vuelan buscando una rama o una flor donde posarse y batir sus alitas curiosas
rozando íntimas y sensibles floraciones como una inquietante plaga de deseos en
vuelo. Y en una voluptuosa coincidencia inevitable tu mano las lleva en sus
lúbricos revoloteos hacía la flor abierta de tu vulva a libar su néctar
escondido, y mi mano urgente las atrapa sobre mi pene erguido y las encarcela
en una onanista conturbación. Las bandidas saben aletear muy bien,
insoportables y a la vez exquisitas saben de masturbaciones y deleites
solitarios, acá acometen atrapadas en mi mano empuñada, allá haciendo lo suyo
dedeando en esa joyita carnal, ese pequeño botoncito donde concurre tu goce
orgásmico. Y mariposeamos juntitos, y te puedo imaginar ahí mariposeándote rico
mientras yo aquí más me mariposeo. Y sus aleteos se aceleran enloquecidos de
placer hasta inducir con sus impúdicas alas colorinches tu orgasmo estremecedor
y mi intenso escurrimiento seminal. Y todo es muy excitante, sin una sola
palabra de invocación obscena o procaz, sino solo el manejo inteligente del
vocabulario sensual, ambos insertos en el imaginario común de una deliciosa
intimidad de símbolos y códigos compartidos. Sé que ahora las llevarás en la
maleta junto con el fauno de peluche porque debo ser uno de los escasísimos
hombres que te ha hecho sentir en la piel viva estas maripositas salvajes,
porque tú sabes que las maripositas y las cosquillitas perseguidoras y
acosadoras te llegaron conmigo. O si no, deberás dejar todas las ventanas
abiertas y quedarte esperando que una brisa tenue te lleve en algún momento de
éxtasis esas breves burbujitas multicolores.
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