martes, 21 de enero de 2014

INVOCACION MATRICIAL


“…se ha demostrado que el primer pensamiento sexual del humano es provocado de manera incestuosa por la madre,…”. El Horror al Incesto. Sigmund Freud.

“La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada; las reinas y las concubinas, y la alabaron.” (Can. VI:9)

Tendido sobre el alto lecho de altas ternuras él se deja hacer, se involuciona y se transforma de fauno macho en celo en un niño macho asustado que no entiende el mundo ni sus miserias, que desespera por una madre atávica, esencial y arquetípica que lo acurruque, lo consienta, lo asuma solo, huraño, distinto, y lo reabsorba en las tibias aguas primigenias de su hierático útero inicial. Entonces causa y efecto se trastrocan, el origen del pecado y la resurrección liberada de estigmas y falacias convergen en un solo cuerpo maternal, incestuoso, embebido de un tabú ancestral, genético, en una vertida oralidad que sublima las honduras matriarcales de una patética búsqueda eterna. Una sombra cruza silenciosa por los secretos pasadizos de los instintos hasta desaguar en provocaciones imaginadas y culpables visiones, en las pequeñas perversiones que concurren en ese instante de alterada consagración. Ciego al castigo cierra cegando sus ojos niños, aprietas sus manos de hombre tentado, suspira, se anega perturbado en ese goce vertiginoso que le abre las puertas vedadas del negado paraíso. Su mano acaricia el pecho macho con lisuras de hembra tierna, besa las tetillas incitándolas a sensibilidades prohibidas, se desplaza por su estomago, por su vientre mientras el murmullo de impúdicos salmos inunda el atardecer como un crepúsculo de santidades vencidas. Canta un cantar de cantares sobre aquel carnal ídolo profano, sus labios succionan en pecado consentido, su lengua vaga por la erguida obsesión desenfadada, su boca recorre los fálicos senderos del deseo, desenmaraña la jungla de vellos púbicos, humedece absorbe abarca rastrea con erótico regocijo bucal el glande y el tallo erectando sensibilizando al mendigo extasiado de turbulentas emociones y confusas sensaciones matriciales, quebrando el antiguo celibato, asumiendo un onanismo consagrado en una oscura y lujuriosa filiación. Y sus eróticos espasmos, fueron, se convirtieron y sirvieron, para rítmicos y rimados estertores de mísera muerte siniestra (i).

(i) “Salmos al crepúsculo del mundo. Versos mediúmnicos”. L. J. Noguera Fabra.

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