jueves, 30 de enero de 2014

TOCACIONES


“Convoco a los monstruos y los faunos / del mundo oscuro de mi sexo”. Masturbación Oscura. Soledad Acirihca

Los ojos clavados en las turbulentas escenas, cuerpos desnudos, brazos, piernas y torsos trabados en una cópula que se extiende en variantes inusuales, imposibles o incluso circenses. Un ámbito de intensa genitalidad cubre de penumbras voluptuosas donde los ojos abarcan la totalidad y los detalles del coito, del embebido cunnilingus, de la succionante felación y de la provocadora y pervertida sodomía. La mano asume el tallo como un puñal romo recién fundido, lo aprieta, lo urge, soba su carnal envestidura reconociéndolo como origen y objetivo. Hay visiones que afloran desde las honduras de las memorias, no como percepciones visuales, sino como nítidas apariencias percibidas a través de todos los sentidos: sonidos, olores, gustos y sensaciones táctiles. La mano sexuada se desliza con sibarita lentitud, sube baja como una marea contra la roca erguida en medio de las arenas ardientes. El miembro erguido, duro, sensible recibe el ceremonial debido con los goces de la sexualidad abierta y onanista, confluyen en su prepucio mórbidas excitaciones y lúbricas evocaciones. La manipulación se acelera, de detiene, cambia de ritmo y de intensidad, entra en una continuidad monótona o escapa en lentas sinuosidades. Del memorial erótico surgen y florecen otras manos y bocas, salivas calientes y lenguas reptantes, succiones, apretones palatinolinguales o bucolabiales, agresivos dientes juguetones, delicias de felaciones o masturbaciones ya archivadas junto a los recuerdos de pretéritas consumaciones. De súbito se viene el destello del estremecimiento previo y la rápida eyaculación, el quejido largo y mordido, y la mano dedos es en esos instantes la vulva múltiple e indistinta que ha sido y será fuente terminal de todo placer carnal, húmeda, quemante, convulsiva y estrujante, esencialmente mortal. La magia se acaba porque se sostiene a través del mago, en sí nada existe, todo es ilusión como en el budismo, son las sensaciones y emociones que ya habitan los turbios instintos del fálico ermitaño.

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